El 20 de noviembre celebramos el Día Mundial de la Infancia. En este artículo os invitamos a mirar más allá de las conquistas pasadas y enfocarnos en los desafíos emergentes y en las nuevas necesidades de la infancia en el mundo contemporáneo.
Una retrospectiva a la historia
Desde la adopción de la Declaración de los Derechos del Niño en 1959 y la posterior Convención en 1989, hemos testificado avances significativos en la protección infantil, destacando derechos esenciales como el derecho a la vida, la educación, la protección contra la explotación y el abuso, y el derecho a participar en la toma de decisiones que afectan sus vidas. Las tasas de mortalidad infantil se han reducido considerablemente y la escolarización ha aumentado por encima del 90%. Aún hay mucho que trabajar, pero además con el paso de las décadas y el cambio en los paradigmas sociales, es evidente que debemos expandir nuestra visión de lo que constituye un «derecho» para un niño en el siglo XXI.
Los Derechos Emergentes de la Infancia: Nuevas Realidades, Nuevos Desafíos
Los últimos años han presenciado cambios trascendentales en la forma en que vivimos, trabajamos y nos relacionamos, y estos cambios, aunque en muchos casos han aportado comodidades y avances, también han traído consigo desafíos significativos. La proliferación de alimentos ultra procesados, la sobreexposición a pantallas digitales, las crecientes demandas laborales que reducen el tiempo familiar, así como el éxodo masivo de la vida rural a entornos urbanos, están afectando profunda y ampliamente nuestra salud y bienestar, tanto de adultos como de niños.
Los niños de hoy, que crecen inmersos en esta realidad, enfrentan un conjunto de desafíos sin precedentes, que van desde problemas de salud física hasta complicaciones psicológicas y emocionales. Estos desa
fíos emergentes nos llevan a reconsiderar y expandir nuestra comprensión de los derechos de la infancia. Si realmente aspiramos a avanzar como sociedad, debemos reconocer y abogar por nuevos derechos que aborden estas realidades contemporáneas.
Alimentación saludable: La omnipresencia de alimentos procesados ha llevado a una crisis de salud en muchos países. Los niños tienen derecho a alimentos nutritivos y saludables que apoyen su crecimiento y desarrollo óptimo.
Limitación de la exposición a pantallas: Si bien vivimos en un mundo digitalizado, es vital equilibrar la tecnología con actividades que fomenten la creatividad, la interacción social y el bienestar físico.
Tiempo de calidad con la familia: En un mundo donde las demandas laborales consumen gran parte de nuestro tiempo, es esencial garantizar que los niños tengan momentos de calidad con sus seres queridos, fortaleciendo vínculos y proporcionando una base emocional sólida.
Reconexión con la naturaleza: A medida que las ciudades crecen y los espacios naturales disminuyen, es crucial que los niños tengan oportunidades regulares para interactuar y aprender de la naturaleza.
Participación en actividades culturales: La cultura enriquece, educa y forma. Implicar a los niños en actividades culturales amplía perspectivas y fomenta la apreciación artística, el pensamiento crítico, entre muchos otros beneficios.
Disciplina positiva y crianza consciente: La forma en que educamos a nuestros niños determina el tipo de adultos que se convierten. La disciplina positiva prioriza el entendimiento, la comunicación y la empatía.
El Futuro que Forjamos
Al hablar de estos derechos infantiles emergentes, no solo nos referimos al presente inmediato de nuestros niños, sino al tejido mismo de la sociedad futura. La consolidación y protección de estos derechos forman el cimiento de un mañana más equitativo, sostenible y humano.
Primero, garantizar una alimentación saludable no solo atiende las necesidades inmediatas, sino que sienta las bases para una población más sana y consciente de sus elecciones alimenticias. Esto podría traducirse en menores tasas de enfermedades crónicas y un público más informado sobre sostenibilidad y producción alimentaria.
El promover un tiempo de calidad en familia y la disciplina positiva forman individuos emocionalmente equilibrados y resilientes. Al invertir en la salud mental y emocional de los niños, estamos potencialmente reduciendo conflictos futuros y creando ciudadanos más empáticos y cooperativos.
El derecho de reconectar con la naturaleza, no solo habla de la salud inmediata, sino que inculca una apreciación y respeto profundo por el medio ambiente. Los niños que crecen valorando la naturaleza son más propensos a convertirse en defensores del planeta, liderando iniciativas de sostenibilidad y conservación.
Por otro lado, la participación en eventos culturales no es solo una ventana al arte y la historia, sino una preparación para la diversidad y la interconexión global. Al exponer a los niños a diversas expresiones culturales, estamos fomentando una generación de líderes globales y pensadores críticos.
Al conquistar estos derechos, estamos, en esencia, cultivando una generación de individuos holísticamente desarrollados. Estos individuos no solo serán beneficiarios de sus derechos, sino también defensores activos de los derechos de otros, creando una cadena virtuosa de empatía, conocimiento y acción.
Finalmente, no olvidemos que para lograr todo esto hacen falta políticas. Las que actualmente tenemos deben ser reevaluadas y ampliadas para abordar los desafíos emergentes de nuestra era. Los gobiernos y organismos internacionales deben reconocer que el bienestar infantil ya no solo se centra en aspectos básicos como la educación y la salud, sino también en los efectos del mundo moderno en el desarrollo integral de los niños. Es imperativo que estas entidades líderes creen políticas más inclusivas que aborden estas nuevas realidades, garantizando que cada niño tenga las oportunidades y el entorno adecuado para desarrollarse de forma saludable tanto física como emocional.
El mundo del mañana se moldea en las decisiones y acciones de hoy. Cada paso que damos hacia la realización plena de los derechos de los niños es un paso hacia un futuro en el que la humanidad se mueve colectivamente hacia la justicia, la sostenibilidad y la paz. Es una inversión que, sin duda, rendirá frutos más allá de lo que podemos visualizar en el presente. Es nuestro legado y nuestro compromiso con las generaciones venideras.
